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Tipos de personalidad

Cuatro tipos funcionales corresponden a los medios naturales a través de los cuales la conciencia se orienta en el curso de la experiencia. La ‘sensación’ (es decir, la percepción sensorial) nos dice que algo existe; el ‘pensamiento’ nos informa qué es; el ‘sentimiento’ nos revela si es algo más o menos placentero; la ‘intuición’ nos hace entender el origen y el fin de ello.

El intuitivo vive principalmente en un mundo de posibilidades futuras y, por tanto, no es observador del mundo que tiene a su alrededor. Le preocupa poco la realidad presente y le agobian los detalles. Por ejemplo, al salir de una reunión puede haber perdido gran cantidad de detalles de la reunión en sí, pero probablemente tendrá la cabeza llena de ideas y proyectos que ‘algún día’ llevará a término. Los problemas de orden práctico que eso conlleva los delegará en otros.

El tipo sensitivo habrá observado las realidades prácticas con las que el comité topará si ha de llevar a cabo las ideas del intuitivo. La persona sensitiva no es dada a caprichos, su conocimiento sensitivo está conectado con la realidad y observará con detalle minucioso las condiciones de su alrededor y, como buen reportero, estará interesado en: quién, qué, cuándo, dónde y cómo… Precisamente, se fijará en ‘cómo’ pueden llevarse a cabo los sueños del intuitivo para que cuadren con la realidad existente. Por ejemplo, ¿es la sala bastante grande para alojar a la audiencia? o ¿puede el piano entrar realmente por la puerta?, ¿hay presupuesto suficiente para realizar este proyecto?

Cada uno de estos tipos reacciona ante la vida de manera espontánea. El intuitivo olfatea futuras posibilidades y tiene presentimientos, sin saber cómo llega a esta información. De manera similar, la persona sensitiva recuerda las experiencias sensoriales automáticamente. Mientras el intuitivo está ocupado olfateando un futuro de oro, la persona sensitiva estará observando que el aire en estos momentos huele a escape de gas y, aunque esto no tenga importancia en el momento presente, habrá que tenerlo en cuenta en el futuro. En ambos casos, la observación es inmediata y automática, se presenta de manera inconsciente y como hecho probado, fuera de toda lógica o posibilidad de discusión.

Pensar y sentir, por otro lado, se producen de forma más deliberada. El tipo en el que domina el pensamiento organiza sus experiencias según categorías lógicas, ordenándolas de manera sistemática. En una reunión de comité, por ejemplo, hará la lista de las cosas que hay que preparar antes de la nueva reunión, programando una agenda de trabajo para esa futura reunión. Si ha de haber un orador en el programa, el ‘pensador’ tendrá muy en cuenta que la persona que vaya a hablar sea una autoridad en su campo.

El tipo en el que domina el sentimiento reaccionará de manera diferente. No va a preocuparse tanto de que el orador sea una autoridad, siempre que se exprese con claridad y presente el tema de manera interesante. Valorará el programa más de acuerdo con su sentimiento personal que con su contenido. ‘Sentir’, nos dice Jung, no se debe entender como la emoción desatada.

Por el contrario, Jung presenta esta función como racional, pues puede ser tan precisa y discriminatoria como pensar, y es también una manera de valorar la experiencia. En una reunión, la persona de ‘sentimiento’ será buena como introductor, presidente de junta y como el que dirige los brindis. Ayudará a todo el mundo a sentirse como en casa, desaconsejando los comportamientos que él ‘sienta’ como no apropiados para la ocasión. Lo hará con tacto, llegando a ser, si las circunstancias lo exigen, severo y firme.

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