Cuando el psicólogo médico se dispone a interpretar los símbolos, debe hacer una distinción preliminar entre símbolos ‘naturales’ y símbolos ‘culturales’. Los primeros provienen de los contenidos inconscientes de la psique y representan, por lo tanto, un enorme número de variaciones sobre las imágenes arquetípicas fundamentales. En muchos casos, pueden ser rastreados hasta sus raíces arcaicas, es decir, hasta las ideas e imágenes encontradas en las evidencias más antiguas y en las sociedades primitivas.
Los símbolos culturales, por otro lado, son aquellos utilizados para expresar ‘verdades eternas’ y que aún aparecen en muchas religiones. Han sufrido muchas transformaciones y han pasado por un largo proceso de desarrollo más o menos consciente, convirtiéndose así en imágenes colectivas aceptadas por las sociedades civilizadas. Sin embargo, estos símbolos culturales siguen poseyendo mucho de su carácter original sobrenatural o ‘encantador’.
Somos conscientes del hecho de que pueden evocar profundas respuestas emocionales en ciertos individuos y esta carga psíquica a menudo los convierte en prejuicios. Constituyen un factor con el que el psicólogo debe contar; es pura locura descartarlos solo porque, desde un punto de vista racional, parecen absurdos o irrelevantes. Son componentes esenciales de nuestra estructura mental y fuerzas vitales en la construcción de la sociedad humana: por lo tanto, no pueden eliminarse sin causar graves pérdidas. Cuando se eliminan o se descuidan, su energía específica desaparece en el inconsciente, dando lugar a consecuencias impredecibles.
La energía psíquica que falta de esta manera sirve de hecho para resucitar e intensificar todo lo que se encuentra en el nivel más alto del inconsciente, esas tendencias, tal vez, que hasta ahora no han tenido la oportunidad de expresarse o a las que al menos no se les ha permitido una existencia libre en el ámbito de nuestra conciencia. Estas tendencias forman una ‘sombra’ siempre presente y potencialmente destructiva que ensombrece nuestra mente consciente. Incluso aquellas tendencias que en algunas circunstancias podrían ejercer una influencia beneficiosa se transforman en inclinaciones demoníacas cuando se eliminan. Esta es la razón por la cual muchas personas bien intencionadas experimentan un miedo comprensible hacia el inconsciente y, eventualmente, hacia la psicología.