Para justificar su anuncio del tiempo por venir, el astrólogo se refiere a menudo a la sincronicidad. Se trata de un vínculo significativo entre nuestro propio discernimiento y lo que sucede en un momento determinado. Pero, ¿de dónde viene esta significación? Proviene de lo que ya existía en nuestro pensamiento. En este sentido, el significado que damos a un evento preexiste a dicho evento. Somos nosotros mismos quienes aprovechamos cada “circunstancia” para concretar algo o para precisar nuestro objetivo.
Por lo tanto, lo que interesa a la predicción astrológica no es el evento en sí, sino la importancia que le damos, especialmente porque revela lo que estamos llegando a ser.
El papel del astrólogo, por lo tanto, no es predecir el evento en sí, sino entender la historia de su consultante y aclarar lo que está experimentando.
Desde nuestro nacimiento, estamos en un enfrentamiento. Por un lado, nuestro mundo interior; por otro, la realidad exterior. Todo parte de esta relación dual. Sin embargo, no podemos dirigir inmediatamente el curso de las cosas: “eso” sucede en nosotros y a pesar de nosotros.
Cada vez que tratamos de entender lo que hoy influye en nuestros comportamientos, la astrología ayuda a dar sentido a las situaciones que vivimos durante nuestra infancia. No sin precisar que lo que importa aquí es el alcance subjetivo del recuerdo que tenemos de ellas.
Luego, la trampa es extrapolar este “ya visto” o este “ya vivido” al futuro y suponer que las mismas causas producirán los mismos efectos. Eso sería olvidar que una de las particularidades del ser humano es deliberar, debatir en su fuero interno, cambiar…
Por lo tanto, la astrología no puede establecer un diagnóstico preciso sobre los hechos concretos de nuestra vida y, aún menos, hacer pronósticos sobre los eventos venideros. Porque si estamos animados por una “finalidad” psíquica, esta no se inscribe en el eje de las causas, sino en el de un proyecto. Se puede considerar que esto es jugar con palabras… Toda la sutileza de lo que diferencia una “causa” de un “proyecto” reside en que una causa se impone a nosotros, mientras que nuestro proyecto psíquico apela a nuestra responsabilidad y creatividad.
Percebir este proceso, iluminarlo y observarlo en nuestra biografía, es ciertamente prefigurar… ¡Pero, en esto, no se trata de anunciar nuestro futuro, sino de discernir cuál es la necesidad profunda que provoca nuestro devenir!
Cfr. Quand l’astrologie se dévoile, Fédération Des Astrologues Francophones (FDAF), www.fdaf.org