Jung comprendió que cumplir completamente con el propio destino es el mayor logro que el hombre puede alcanzar, y que nuestras nociones utilitarias deben ceder ante las exigencias de la psique inconsciente. La individuación del inconsciente es uno de los descubrimientos más trascendentales de nuestros tiempos. Pero dado que la individuación de esta realidad implica la necesidad de una honesta autocrítica, y de una reorganización general de la propia vida, muchos continúan actuando como si nada hubiera ocurrido. Se requiere mucho valor para enfrentarse seriamente al inconsciente y a los problemas que plantea.
En general, los hombres son demasiado perezosos para comprometerse profundamente en el examen incluso de aquellos aspectos morales de su comportamiento de los cuales son conscientes; con mayor razón es obvio que descuidan la incidencia sobre ellos del inconsciente. En términos prácticos, esto significa que la existencia de los hombres nunca podrá ser adecuadamente explicada en términos de ciertos instintos aislados o mecanismos funcionales, como el hambre, el poder, el sexo, la supervivencia, la perpetuación de la especie, y así sucesivamente. En otras palabras, el propósito esencial del hombre no es comer, beber, etcétera, sino “ser humano”.
Por encima y más allá de estos impulsos, nuestra realidad psíquica manifiesta un misterio vivo, que solo puede expresarse de manera simbólica —expresión que a menudo el inconsciente realiza a través de la potente imagen del hombre cósmico. Innumerables ejemplos, que se pueden extraer de las tradiciones de diversas civilizaciones y de diferentes períodos históricos, demuestran la universalidad del símbolo del ‘gran hombre’. Su imagen se presenta en la mente del hombre como una especie de meta final, o como la expresión del misterio fundamental de la vida.
Meister Eckhart dijo: “El ojo con el cual yo veo a Dios es el ojo con el cual Él me ve». A menudo se piensa en las estrellas como los ojos del cielo, a través de los cuales los dioses observan nuestro trabajo.” En términos junguianos, simbolizan los arquetipos, que son las imágenes que influyen nuestras vidas y a través de las cuales experimentamos los múltiples aspectos de la divinidad. A medida que recorremos el camino de la individuación, estos pequeños puntos de luz tienden a unirse hasta llegar a formar una luz gigante, cuyo brillo es más constante. Podemos imaginar que esta gran luz está oculta tras una cortina celestial a través de la cual nos llega, gracias a pequeños pinchazos efectuados en la misma, hasta que finalmente la cortina cae y podemos experimentar la luz directamente en su origen.
by Marie-Louise von Franz