Todavía estamos muy lejos de una comprensión completa del inconsciente o de los arquetipos, esos ‘núcleos’ dinámicos de la psique, con todas sus implicaciones. Todo lo que, actualmente, podemos decir que sabemos, es que los arquetipos tienen un enorme impacto en el individuo, ya que forman sus emociones, sus criterios éticos y mentales, influyen en sus relaciones con los demás y, en última instancia, moldean todo su destino.
También podemos decir que, en el individuo, la disposición de los símbolos arquetípicos sigue un esquema de totalidad, y que la exacta comprensión de los símbolos puede tener una indudable eficacia terapéutica. Finalmente, podemos decir que en nuestra mente los arquetipos pueden actuar como fuerzas creativas o destructivas: creativas, cuando inspiran nuevas ideas; destructivas, cuando estas mismas ideas se atrofian, transformándose en prejuicios conscientes que impiden la posibilidad de futuros descubrimientos.
Las poderosas fuerzas del inconsciente se revelan, evidentemente, no solo en el material clínico, sino también en los campos de la mitología, la religión, el arte, en todas las actividades culturales mediante las cuales el hombre se expresa a sí mismo.
Naturalmente, si a todos los hombres les son comunes los patrones hereditarios de comportamiento, mental y emocional (aquellos que precisamente Jung definía como arquetipos), es obvio que los resultados (fantasías, pensamientos y acciones simbólicas) deben encontrarse prácticamente en ‘cada’ campo de la actividad humana.
Como Jung ha destacado, la mente del hombre posee su propia historia particular y la psique conserva muchas huellas residuales de las etapas anteriores de su desarrollo. Además, los contenidos del inconsciente ejercen una influencia formativa sobre la psique. Conscientemente podemos ignorarlos, pero inconscientemente respondemos a ellos y a las formas simbólicas a través de las cuales se expresan.
De hecho, las analogías entre los mitos antiguos y las historias que aparecen en los sueños de los pacientes de nuestro tiempo no son ni triviales ni accidentales. Son reales porque la mente inconsciente del hombre moderno todavía conserva esa capacidad se simbolizar que en tiempos pasados encontraba expresión en las creencias y rituales primitivos; y dicha capacidad sigue desempeñando un papel de vital importancia psíquica.
Dependemos más de lo que comúnmente se piensa de los mensajes transportados por estos símbolos, y tanto nuestras actitudes como nuestro comportamiento están profundamente influenciados por ellos.