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El mándala

El término sánscrito mandala, que significa círculo, es asimilado al término utilizado por los indios para el círculo dibujado durante rituales religiosos. La función del mandala se analiza como un condensado del campo visual psíquico para intensificar la concentración. Al contemplar el proceso descrito en el mandala, el yogui busca captar internamente a la deidad; a través de la contemplación, el practicante puede realizarse como dios y pasar de la ilusión de la existencia individual a la totalidad universal de lo divino.

El tema psicológico básico del mandala es el de un centro de la personalidad al cual todo está vinculado, por el cual todo está ordenado y que es él mismo una fuente de energía. La energía del punto central se manifiesta por la compulsión a convertirse en lo que uno es; esta presencia deseada puede llamarse el sí mismo. El sí mismo está rodeado, en el mandala, por un espacio que contiene los pares de opuestos que componen la personalidad; el conjunto del mandala contiene la conciencia, un inconsciente personal y un vasto espacio de inconsciente colectivo cuyos arquetipos son comunes a toda la humanidad. La producción de mandalas en un contexto terapéutico ocurre, durante estados de caos y pánico, como reorganizador de la personalidad alrededor de un nuevo centro.

Como símbolo de unidad y reconciliación de los opuestos, el mándala puede considerarse un canal a través del cual se expresa una realidad universal cuyo contacto, aunque mediado simbólicamente, favorece una experiencia transformadora de la conciencia.

Por lo tanto, es una proyección figurada desde las estructuras arquetípicas que reflejan los patrones del universo, y al mismo tiempo representa su despliegue en la conciencia absoluta, de la cual el hombre es el centro adamantino (el diamante de la gnosis) alrededor del cual se realiza la unión cuaternaria hasta alcanzar la completitud del Sí mismo, en una proyección futura esencial.

La función áurea del diagrama es consolidar el orden psíquico, si ya existe, o restablecerlo, en caso de que esté desordenado o incluso haya desaparecido. En el sentido de su proyección estructural hacia el futuro, un mándala también persigue el propósito creativo de dar expresión y forma a algo que aún no existe, a algo nuevo y único, y permite al Yo alienado redescubrir sus propias raíces perdidas en el inconsciente en toda su integridad.

En conclusión, el mándala es un intento de representación del Todo, personal y universal, a través de configuraciones geométricas que asumen un significado arquetípico y gracias a las cuales se realiza la catarsis, la purificación. En términos figurativos, se trata de formas circulares que delimitan y comprenden al mismo tiempo un espacio interno y uno externo, un espacio sagrado (el temenos, τέµενος) y un espacio profano (el mundo exterior).Principio del formulario


Cfr. C.G.Jung, Collected Works of C. G. Jung, Vol.9, 1ère partie, 2nd ed., Princeton University Press, 1968, 451 p. (p. 355-384)

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